lundi 12 novembre 2007

franketienne


Frankétienne: la figura mítica viva de la literatura haitiana

Par Glodel Mezilas

Como exhortar al inocente y amable lector mexicano, enamorado de literatura y de bellas artes, a perderse, navegar, enloquecerse, encerrarse y dormirse en el universo mágico, fantástico, maravilloso de Frankétienne, un universo de vibración cósmica, de sueños, de erotismo, de agresividad, de luz, de oscuridad, de locas palabras, de rebeldía, de absurdo, de sincretismo religioso, de misticismo, de espacios luminosos de videncia, de explosión, de heridas, de energía, de movimientos, de circularidad, de torbellino, etc.

Frankétienne es a Haití lo que Octavio Paz es a México; Neruda a Chile, Borges a Argentina, García Márquez a Colombia, Alejo Carpentier a Cuba. Quien conoce el talento, el genio de Paz podría dejarse llevar por la poética de la imaginación furiosa para ver en su espejo, Frankétienne: hombre-orquesta, pintor, músico, dramaturgo, poeta, novelista, profesor de matemáticas y de física. Es autor de más de treinta libros escritos en francés y en criollo. Publicó la primera novela en lengua créole en 1975 según la estética moderna mientras la primera novela escrita en francés en Haití remonta a 1859.

Creador de una nueva escuela literaria llamada espiralismo o estética del caos, el escritor se propone experimentar la teoría de la relatividad eisteiniana por medio de la escritura literaria. Es una escritura quántica que combina todos los géneros (poesía, prosa, teatro, novela, cuento) en un concierto de abismo verbal donde desaparecen las fronteras clásicas en los géneros para fundirse en una síntesis a lo Hegel. Según Frankétienne, el espiralismo abarca la vida a nivel de las asociaciones (de colores, sonidos, líneas y de palabras) y de las conexiones históricas (de situaciones en el tiempo y el espacio). No en circuito cerrado, sino según una espiral más ampliada, más elevada que la precedente, incrementa el arco de visión. El espiralismo utiliza el género global donde están interrelacionados armoniosamente la descripción novelística, el aliento poético, el efecto teatral, los relatos, los cuentos, los bosquejos autobiográficos y la ficción. Deleitemos con estos versos:

Mi reino anárquico
Mi desorden estético
Mis paisajes fugaces
Mi país en locura viajando a todo correr en la histeria del vacío la extraña cacofonía de una catedral que se derrumba en un concierto de abismo
Azar desmenuzado que me lleva en plena metamorfosis
Mi destino que me enloquece
(Voix marassas)

¡Oh torbellino de vientos locos anunciadores de lluvia! ¡Que soplan fuerte hasta trastornar las nubes masivas hasta las raíces blandas de las lluvias tupidas, bendiciendo todo nacimiento, toda presencia! (Chevaux de l’avant-jour)

Para entrar en el laberinto poético de Frankétienne, necesitamos, entre otros, dos hilos de Ariadna: la teoría de la literariedad de Roman Jakobson y la teoría psicoanalítica de Freud. Estos dos hilos están interrelacionados entre sí. Se trata de una pluralidad de miradas para descubrir su productividad y la flexibilidad de su sentido, fruto de la construcción de una lectura activa. Nos permiten entrar sin efracción y sin violencia en el espacio imaginario que despliega la cosmogonía poética del autor. En cuanto al primero, es menester analizar el sistema semiológico, la poeticidad de la obra donde las metáforas, las repeticiones, los neologismos, las comparaciones, las anáforas cohabitan y constituyen la configuración de la mitología del escritor polifacético. Se requiere un nuevo prisma para abordar su obra: la imaginación. Es para lanzarse en el abismo con el fin de encontrar lo desconocido como lo dijo Rimbaud. No se puede entrar sin tener en cuenta lo que Barthes llama el placer de leer, es decir, saber disfrutar del texto, acariciarlo, sentirlo, olvidando la búsqueda de sentido porque la literatura no es la comunicación de un mensaje sino la invitación a viajar al país de las maravillas tal como Alicia. Leer Frankétienne es dejarse llevar por el sueño, un sueño que se manifiesta en medio de los juegos del lenguaje según la expresión de Gadamer. Y ninguna lectura puede agotar la riqueza del texto, porque por naturaleza es abierto según el adjetivo de Umberto Eco. El carácter inacabado es lo que fundamenta la escritura moderna. Es su principio. Esta apertura hace que la obra responda al horizonte de las expectativas (Robert Jan Gauss) de cada lector, que debe ser activo según Barthes. Así que podemos decir de Frankétienne lo que Herbert Marcuse dijo de Orfeo: “Su lenguaje es canto y su trabajo es juego”. Al escribir su obra, el autor emprende un trabajo mediante un juego sobre el lenguaje. Este juego es un acto de amor de transgresión al leguaje. Octavio Paz tiene razón al decir que “la actitud del creador frente al lenguaje debe ser la actitud del enamorado. Una actitud de fidelidad y, al mismo tiempo, de falta de respeto al objeto amado. Veneración y transgresión. El escritor debe amar al lenguaje pero debe tener el valor de transgredirlo.” Frankétienne ama y viola el lenguaje. Es por eso que su obra puede ser comparada a la prosa carnavalesca de Rabelais según lo que dijo Bajtin. Por su parte, el lector debe saber que el sentido de la obra está en circularidad, en espiral, en devenir. Es su tarea de construir su sentido, que no se subordina a una realidad exterior como lo fue en la tradición clásica. La obra despliega su propia referencialidad o su autoconciencia, para imitar el lenguaje hegeliano.

La obra de Frankétienne, respecto a Freud, es la verbalizacion bárbara de una pulsión. El deseo sexual estalla en cada partícula enérgica material. Su escritura, como violación de la lengua, es un acto biológico y manifiesta la energía pulsional. Barthes subraya que el neologismo es un acto erótico. Por su parte, Raymond Jean indica que la invención es erótica y se puede leer su presencia en todos los sistemas de distancia (sintáctica, lexicológica, estilística). El deseo está en la base de las violaciones lingüísticas, la distancia con las reglas lógicas del discurso. La carnavalización de la estética espiralista de Franketienne es la sublimación del deseo de su inconciente. No hay que olvidar que el escritor nació de una violación sexual. Su obra lleva las huellas de ésta. El hecho de que la sexualidad invade su obra no es una mera casualidad sino que ésta es el camino real del inconciente, es decir, la descarga de las pulsiones infantiles que se expresan por medio de la astucia de la escritura, como Kant habla de la astucia de la naturaleza y Hegel, de la astucia de la razón.

Sin duda, la fuente de la creación poética es Eros, deseo y amor. Un deseo que envuelve el espacio literario a partir del principio del placer, que trasciende el principio de la realidad. Platón, de igual manera, subraya que la fuente del conocimiento es Eros, deseo y amor. El deseo poético y el deseo filosófico hacia la búsqueda del conocimiento nunca se satisfacen. Estos deseos, este río permanente son los que encontramos en el misticismo que trata de eliminar el espacio y el tiempo. El estado místico es igual que el estado poético y filosófico, en el sentido platónico. Saint John Perse dice: “Cuando las mitologías se derrumban es en la poesía donde el divino encuentra su refugio.” No es sin razón que cuando la filosofía apareció en Grecia en el siglo VI antes de Jesús Cristo su forma fue poética. Las obras de Parménides, Heráclito, Pitágoras e incluso Platón fueron obras poéticas en el sentido moderno del término. También, lo mismo vale para Nietzsche y Bergson, entre otros. Sus obras filosóficas se escriben de manera poética. Los libros La evolución creadora y Así habló Zaratustra son textos poéticos antes de ser textos filosóficos.

Esto nos lleva a decir que el deseo está en la raíz tanto de la poesía y la filosofía como del misticismo. En el caso de las dos primeras, el lenguaje constituye el marco de la expresión. No es sin razón que Max Müller dice que el lenguaje bebe su origen en el mito, en donde encuentra su alimento espiritual. El lenguaje es, por naturaleza y esencia, metafórico; incapaz de describir las cosas directamente, se remite a modos indirectos de descripción, términos ambiguos y equívocos, escribe Ernst Cassirer. El misticismo, en lo que a él respecta, trata de quemar el lenguaje para fundir en lo Uno, lo Sagrado.

Por último, concluimos diciendo que la obra de Frankétienne, verdadera fiesta de la escritura según la expresión de Barthes, es invitación a viajar a un extraño mundo donde la metáfora poética se quema en el logos platónico para una regeneración místico-religiosa. El poeta transforma nuestra visión, nuestra mente, nuestro entendimiento por su cosmogonía, donde el lirismo poético, el espíritu fantástico del cuento, el monólogo teatral, la voz singular del autor se funden y se metamorfosean en una ceniza maravillosamente creadora. Después de leer su obra, nos hemos lavado las manos como Poncio Pilatos; estamos libres de pecados, de culpa, de trauma. Porque hicimos nuestras confesiones a la manera de Rousseau y de San Agustín.

Del 2 al 5 de julio, Frankétienne estará en las puertas de México donde participará en el primer coloquio sobre el pensamiento crítico en África (ciencias del lenguaje, resonancia entre Latinoamérica, el Caribe y, el Caribe, África), en Homenaje a Cheikh Anta Diop.
Sede: Salón “Javier Barros Sierra”. Facultad de Ingeniería.

Pagina Web: http://www.cele.unam.mx/ / africa.

Glodel Mezilas, encargado de asuntos culturales en la Embajada de Haití en México

mezilasg@yahoo.fr



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